miércoles, 8 de junio de 2011

En México las organizaciones sociales tienen una larga trayectoria y han jugado un rol importante en la historia del país, articuladas muchas de ellas al proceso político y al PRI.
A nivel sindical, desde los días de la revolución existe una organización obrera vinculada al PRI, con centrales sindicales y una confederación dominante, la Confederación de Trabajadores Mexicana, CTM.
La presencia femenina en los órganos de dirección -Comités Ejecutivos Nacionales- de las Confederaciones sindicales es poco significativa y se concentra en la Secretaría Femenil respectiva. En 1991 había en la CTM dos mujeres entre 47 cargos. En la Confederación Revolucionaria Obrero Campesina, CROC, había una mujer entre 13 dirigentes; en la Confederación Regional Obrero Mexicana, CROM, una entre 25 y en la Federación de Trabajadores al Servicio del Estado, FTSE, tres entre 53 (la Secretaría Femenil, la de Jubilaciones y de Desarrollo Social). En el Congreso del Trabajo, órgano que coordina desde los años sesenta a 34 organizaciones gremiales que han formado la base del apoyo sindical al PRI, había 35 mujeres entre 410 cargos, representando la participación femenina más alta (8,5%). Corresponden a la Secretaría Femenil, creada en 1970, y 34 integrantes de comisiones.
En estos organismos sindicales se tiende a dar la misma estratificación según niveles de jerarquía observados en otros ámbitos: a mayor jerarquía, menor presencia de mujeres y viceversa. En el caso de la FTSE, compuesta por trabajadoras de los servicios de las instituciones gubernamentales en más de un 50%, en 1991 la Secretaría General la ocupaba un varón, había tres mujeres secretarias de comisiones entre 53 cargos (5,7%), pero integraban las comisiones en un porcentaje de 23,7%.
La cifra global de sindicatos registrados y no registrados ante las autoridades se estimaba en 16.000. Ese mismo año (1991), en 113 sindicatos de la industria, servicios y agrícolas adheridos a la CROM, Congreso del Trabajo y FTSE, en la rama de servicios un 11% de las secretarías generales de los sindicatos eran ocupadas por mujeres (empleados públicos y servicios), en la industria un 15% y entre campesinos no había mujeres secretarias generales.
Sin embargo, tal como en los demás países de la región latinoamericana, es en el movimiento urbano popular donde las mujeres han tenido la mayor participación y constituyen liderazgos de relevancia social y política local. Sus organizaciones buscan resolver los problemas concretos de la vida cotidiana de los sectores pobres de las grandes ciudades: abastecimiento de agua, basura, vivienda, luz, cuidado infantil, cesantía, salud familiar, etc., situaciones que afectan muy especialmente las condiciones de vida de las mujeres.
Luego de la violenta respuesta del gobierno a las exigencias de democratización en 1968, se fueron legitimando nuevos espacios de participación ciudadana. Emergió entonces el movimiento urbano popular en las principales ciudades del país. Este movimiento se ha caracterizado por su capacidad organizativa, de lucha y autogestión. En 1981 los distintos movimientos se reunieron en el II Encuentro Nacional de Movimientos Populares, realizado en la ciudad de Durango, ocasión en la que se formalizó la constitución de la Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano Popular, CONAMUP. En 1983 dicha Coordinadora definió a las mujeres integrantes del movimiento como la "columna vertebral de la movilización urbana popular". También ese año se realizó el Primer Encuentro Nacional de Mujeres del Movimiento Urbano Popular, que inauguró la reflexión y lucha de género en los sectores populares. Las colonas del Valle de México, a través de la lucha por los desayunos, crearon ese año la Regional de Mujeres del Valle de México de la CONAMUP. Esta ha llegado a ejercer una dirección real en la Coordinadora por su capacidad de convocatoria y organización, aun cuando la dirección formal de la CONAMUP esté en manos de varones.
En este sentido, se repite aquí el fenómeno de la estratificación de la participación femenina, según el cual cuanto más se baja en la pirámide organizacional, hay mayor cantidad de mujeres.
Ante la carencia de información cuantitativa sobre participación femenina en cargos de dirección del movimiento urbano popular, así como del número de afiliadas, se analizó un registro de 603 notas de periódico entre 1986 y 1989 sobre movilizaciones en torno, principalmente, al abastecimiento de agua potable, demanda que involucra a numerosos contingentes de población. De ello resultó que 182 de los dirigentes detectados eran mujeres (27%). La mayoría de las organizaciones en donde las mujeres ejercen cargos puede considerarse de nivel primario, es decir referidas a nucleamientos por colonias. Algunas de ellas corresponden a organizaciones de segundo nivel, esto es, al agrupamiento de asociaciones de vecinos de varias colonias. Como se ha señalado, en las representaciones del más alto nivel (regionales y nacionales) las mujeres no ocupan cargos de dirección.
En el terreno de los organismos no gubernamentales de derechos humanos, en 1993 un directorio de dichos organismos daba cuenta de la participación femenina en las directivas, la que alcanzaba al 30,1% de los cargos. Al igual que en el movimiento urbano popular, esta es una esfera en que las mujeres, en toda América Latina, desarrollan gran actividad y participación.

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